Playa en Fortaleza y Recife

Estas dos ciudades hermanas de sangre se asoman al Atlántico con un brillo deslumbrante. Te esperan, como dos joyas poco conocidas, con la intimidad de esos lugares apenas tocados por el turismo, pero con todo por ofrecer: relax, aventura, playa, cultura y pasión.

Fuente: Deviajes / Texto y Fotos: Alfons Rodríguez

FORTALEZA: La isla de Ceará

El clima seco y cálido de todo el año hace de este estado brasileño un destino ideal de sol y playa

Dicen que desde la capital del estado de Ceará, Fortaleza, y del resto de esta tierra asomada al Atlántico han salido los mejores humoristas de Brasil, personajes desternillantes como Renato Arangae, Tom Cavalcante, Falcão y Tiririca, quien incluso llegó a ser diputado. El dato –junto a otros como que fue el primer estado de Brasil que abolió la esclavitud, en 1884– refleja en buena medida el carácter de los ceaerenses, que siempre, a lo largo de la Historia, han puesto buena cara al mal tiempo; gentes tranquilas, abiertas y resignadas que han hecho célebre la frase “un minutinho, por favor”, que más allá de su simple traducción quiere decir algo así como “con calma”.

El clima seco y cálido (el nombre del estado, Ceará, proviene de Sahara) que reina durante todo el año, convierte la región en un destino ideal de playa y sol. Su capital, de unos 2,5 millones de habitantes, se divide en dos partes bien diferenciadas: el casco histórico y la zona litoral, con las playas de Iracema y Do Futuro.

Puedes empezar tu recorrido en el centro antiguo bien temprano, por la mañana: es ideal para ver cómo se despereza y se pone en marcha la ciudad, además de para aprovechar la suave brisa del inicio del día. Un buen punto de partida es la Catedral Metropolitana de Fortaleza y la Avenida de Nepomuceno.

Pequeño comercio cerca de la catedral de Fortaleza.
Pequeño comercio cerca de la catedral de Fortaleza.

En el mismo centro y a escasa distancia del templo te encontrarás con la Fortaleza de Nuestra Señora de la Asunción, origen de la ciudad –actualmente alberga un destacamento militar y no puede visitarse–. Enfrente está el enorme Mercado Central, un lugar idóneo donde comprar de todo, incluso recuerdos a buen precio, aunque no pidas demasiada calidad.

DE CÁRCEL A CENTRO DE ARTESANÍA

Por la tarde acércate a la animada Plaza de José de Alencar, para conocer el ambiente local. Cerca está la Cárcel de Fortaleza, hoy un centro de artesanía repleto de tiendas con artículos interesantes y de más calidad que en el mercado. En el bloque central, por ejemplo, está María María. La distinguirás por sus figuras de arcilla de vivos colores que representan diferentes personajes de la vida de Brasil.

Cuando baja el sol el lugar para pasar las tardes son las playas de la larguísima Avenida Beira Mar, donde podría parecer que se dieran cita casi todos los habitantes de Fortaleza.

En un extremo se halla la recuperada zona del Puente de los Ingleses, un espigón con tiendas y restaurantes que parte de un barrio con pintorescas casas de colores. Casi todo son tiendas y mercadillos, cafeterías o locales nocturnos. En el otro extremo, en la zona de Mucuripe, se instala a diario un mercado de pescadores (mejor por la mañana). Este es también el lugar perfecto para fotografiar las auténticas jangadas, las barcas típicas.

Otro de los alicientes de Fortaleza y alrededores son sus playas interminables. El estado tiene 573 km de costa bañada por un agua bastante limpia que se mantiene a unos 24ºC todo el año. Si a esto añadimos que la temperatura exterior suele oscilar entre 20ºC y 30ºC, imagina la idoneidad de visitarlo en cualquier época. Además, el viento y las olas en playas como Canoa Quebrada convierten este litoral en un sueño para los aficionados al kitesurf.

UN PARAÍSO DONDE PERDERTE

Paseos en ‘buggy’ por las dunas de Cumbuco.
Paseos en ‘buggy’ por las dunas de Cumbuco.

Más al oeste y saliendo por la carretera 085 desde Fortaleza se alcanza Flecheiras. Es una pequeña aldea idílica donde pasar unos días alejado de los lugares más frecuentados por el turismo y recorrer sus tranquilas calles, comprar algo de artesanía hippy en la plaza central, darse un paseo en jangada o salir a pescar. Todo con un clima y unas playas de ensueño.

Aquí abre sus puertas el Orixás Art Hotel, uno de los mejores del estado, un espectacular resort de bungalós salpicado de piscinas, jardines y obras de arte y con una magnifica gastronomía (85 33 51 31 14 y www.orixashotel.com.br. A partir de 300 €).

Ya de vuelta en la capital, pásate por el Teatro Nacional José de Alencar, de estilo modernista. Su estructura metálica fue importada de Escocia y es una joya arquitectónica. Visita la Plaza de Los Mártires: un enorme baobab señala el punto donde los revolucionarios eran fusilados a principios del siglo XIX. Las mejores tiendas están en la Avenida Dom Luís, en el barrio de Aldeota, aunque el shopping no es uno de los rasgos de la ciudad.

Llegada la hora de la cena, un lugar muy recomendable para degustar la cocina local y tomar una copa con gente guapa en su chill-out es el L’Ô (Avda. Pessoa, 217. 85 32 65 22 88 y www.lorestaurante.com.br), un local que regenta el español Agustín Herrero. Te recomendamos el marisco y el pescado, exquisitos y por unos 40 €, con bebida.

Deambular por Fortaleza es la mejor forma de disfrutarla. Si vas a pie (en moto-taxi la carrera cuesta entre 1 € y 2 € después de regatear un poco), notarás ese aire despeinado y coloquial que tiene la ciudad y que es su principal rasgo de identidad. Un lugar sin prisas, cálido y acogedor, si uno permanece unos días en vez de pasar de largo.

Mapa de la zona
Mapa Brasil
La playa de los cangrejos

Si tu debilidad es el marisco, y especialmente las gambas (aquí las llaman camarones) y los cangrejos, tu lugar es la Praia do Futuro. Multitud de barracas acondicionadas sirven estos manjares a precios muy asequibles, así que prueba en alguna de las más reputadas, como la de Marulho (www.marulho.com.br, unos 20 € precio medio), en plena playa y muy conocida entre los locales. Puedes probar la langosta, que sale por unos 10-15 € el ejemplar, y de postre la raspadura, un sabroso dulce de caña de azúcar. Si quieres vivir esta experiencia gastronómica como lo hacen los lugareños tendrás que ir a cenar los jueves. Es la tradición.

RECIFE: La Venecia brasileña

La playa de Boa Viagem y su paseo marítimo son un buen lugar para andar y tomar el sol, pero ¡cuidado con los tiburones!

La animada urbe que es la capital del estado de Pernambuco pugna positivamente por ser la quinta ciudad de Brasil en dimensiones y en número de habitantes. En nuestro país “irse” o “mandar” a alguien a Pernambuco siempre ha sido una forma popular de referirse a un lugar lejano y desconocido. Nada más distinto de lo que es este destino en la actualidad, bien comunicado con España y rebosante de atractivos, tanto naturales como sociales y culturales.

La multitud de canales que surcan la ciudad –que se pueden cruzar gracias a sus 39 bien distribuidos puentes– explica que Recife también sea conocida como la Venecia brasileña.

El descubrimiento y la colonización de estas tierras se atribuye al español Vicente Yáñez Pinzón, allá por el año 1498. El territorio pasó después por manos holandesas y acabó bajo el dominio luso. Fueron los portugueses quienes se establecieron con más éxito y los que desarrollaron un importante comercio de caña de azúcar y esclavos. La ingente afluencia de africanos y la mezcla de estos con indígenas americanos y colonizadores europeos dio como resultado lo que hoy es el carácter y la identidad del pernambucano, amén de otros estados de Brasil.

Un vistazo te bastará para apreciar el brusco contraste arquitectónico de la ciudad, entre los altos rascacielos de su primera línea de mar y el antiguo y colonial centro histórico. La parte más reciente es la que se dibuja a lo largo de la Playa de Boa Viagem y su paseo marítimo, repleto de hoteles prácticamente pegados al mar; un buen lugar para pasear de día y para relajarse tomando el sol en la arena. Pero, atención: ¡cuidado con los tiburones! Multitud de carteles distribuidos a lo largo de toda la línea de costa advierten de este riesgo, y no se trata de simple alarmismo.

Ensayo público de una comparsa en Olinda.
Ensayo público de una comparsa en Olinda.

LA NOCHE NO ES PARA DORMIR

Cuando cae la tarde te espera el centro histórico, en las islas de San Antonio y San José, donde uno se olvida de dormir. Al marcharse el sol, el barrio antiguo se llena de gente, abren sus puertas bares y restaurantes y estallan fiestas improvisadas en la calle, donde los vehículos a motor tienen prohibido el paso. Lo ideal es dejarse llevar y entrar o pararse allí donde más te guste, la oferta es muy amplia y la reina de la noche no es otra que la caipiriña.

Tampoco puede faltar una visita diurna al casco antiguo, pues cuenta con puntos de interés arquitectónico e histórico que vale la pena conocer. En la calle Bom Jesus, por ejemplo, se encuentra la sinagoga más antigua de América, la Kahar Zur Israel: su apertura se remonta a 1636.

En el número 183 de la misma calle puedes visitar la Ambaixada dos Bonecos Gigantes (www.bonecosgigantesdeolinda.com.br), un museo almacén donde se cobijan los gigantes y cabezudos que desfilan en los carnavales.

Una guía te contará todo tipo de curiosidades sobre la exposición y los personajes exhibidos y podrás hacer fotos, disfrazarte y reír (de lunes a sábado, de 8 a 18 h; domingos, de 8 a 19 h. Entrada: 2 €; menores de 12 años, gratis).

A escasa distancia se hallan el puerto y el Marco Zero (Kilómetro 0), la plaza desde la que parte cada año la legendaria comparsa Galo da Madrugada, la más popular de Brasil.

OLINDA, LA BELLA

Casi sin espacio geográfico de por medio te encontrarás con la hermana pequeña de Recife: Olinda (www.olinda.pe.gov.br). Esta bellísima ciudad colonial, que no alcanza la cifra de 400.000 habitantes, fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1982 y solamente dista 6 km del centro de la capital. Por sí sola es uno de los principales atractivos del viaje.

Para recorrerla tómatelo con calma: su emplazamiento entre colinas hace que sus calles sean muy empinadas. El nombre proviene de la bella Olinda (Oriana en español), la amada de la novela de caballería Amadís de Gaula. El portugués Duarte Coelho Preira la fundó en 1535 y ha sido en diversas ocasiones capital de Pernambuco (la última vez en 1837).

Puedes comenzar la ruta en el Monasterio de San Benito, uno de los edificios más destacados. Si tienes suerte tal vez coincidas en tu visita con alguna misa, boda o celebración local; merece la pena. Desde aquí comienza a subir por la Rua de São Bento y déjate llevar. En ese deambular es recomendable que no te saltes el Palacio dos Governadores, el Mercado da Ribeira, el Museo de Arte Sacro y las innumerables tiendas de artesanía. Olinda se ha convertido en el reducto de la bohemia de la región y ese rasgo está muy presente en las galerías y tiendas de arte de autores brasileños que encontrarás por las calles.

La arquitectura de estilo colonial y los cuidados diseños y colores de las fachadas de sus edificios contribuyen en gran medida a crear esa atmósfera un poco atemporal que impregna toda la ciudad. Dado que las comparsas ensayan prácticamente durante todo el año es muy probable que si sigues el sonido de algún ritmo te encuentres con un local en el que estén bailando e interpretando música, de una forma casi frenética, varias docenas de personas. Te puedes unir a ellos hasta la extenuación: te recibirán con los brazos abiertos.

Hacia el sur, a unos 63 km de Recife, tienes una opción más lúdica y playera. La ciudad costera de Porto de Galinhas antaño era el punto donde los barcos esclavistas procedentes del continente africano descargaban su carga. Cuando se abolió oficialmente la esclavitud, el lucrativo comercio de seres humanos continuó, y para encubrirlo se decía que en los navíos se transportaban gallinas procedentes de África, no seres humanos. De ahí el nombre del lugar y que sus calles y casas estén repletas de gallinas de madera, hierro y cemento, como símbolo local de identidad.

Porto Galinhas, una popular playa al sur de Recife.
Porto Galinhas, una popular playa al sur de Recife.

Sus playas, aunque muy concurridas, se cuentan entre las mejores de Brasil por calidad del agua y clima.

UNA TRAVESÍA EN JANGADA

Desde primera línea de mar podrás contratar una jangada (la barca típica) para que te lleve durante 1 hora a navegar por las piscinas naturales marinas (unos 5 €/persona) o por el estuario del río Maracaipé (10 €/persona). Podrás ver especies marinas de arrecife, corales y caballitos de mar en su hábitat natural.

Es importante respetar tanto las especies animales como su entorno, así que no te salgas de las zonas permitidas, normalmente señalizadas con cordones.

Por la tarde este antiguo pueblo de pescadores se convierte en una especie de Shopping center, con tiendas de artesanía, ropa, cafeterías y restaurantes. Y de noche, los clubes y discotecas hacen las delicias de los noctámbulos.

Carnaval al ritmo de 'Frevo' y 'Maracatú'

Es indudable que los carnavales de Recife se cuentan entre los mejores del mundo. Y los de Olinda no le van a la zaga. Los festejos se celebran en dos citas: una en febrero y la segunda en octubre, comienzan en sábado y se extienden durante 3 días completos. En la capital la inauguración corre a cargo del grupo Galo da Madrugada, integrado por más de un millón de personas. Durante estos días la ciudad se estremece al son de los ritmos tradicionales de la zona, sobre todo los vibrantes frevo y maracatú. La gente recorre la playa de Boa Viagem en carrozas y camiones, todo el mundo baila por las calles y la música se hace omnipresente. El día más espectacular es el sábado, cuando el club de máscaras del grupo Galo da Madrugada realiza su desfile, partiendo desde el Marco Zero. La noche del domingo al lunes es conocida como la de los Tambores Silenciosos, un homenaje a los esclavos que murieron en cautiverio. En Olinda también salen comparsas al ritmo de los sonidos tradicionales interpretados por los Blocos da Troca. Es una experiencia única.

Naturaleza, playas y paz

No puedes poner fin a tu viaje sin conocer las islas de Fernando de Noronha. Si tienes tiempo –y presupuesto– no dudes en acercarte a este pequeño archipiélago. Está compuesto por un total de 21 islas de origen volcánico, y situado a 550 km de distancia de la costa de Recife: en cuanto las veas comprenderás por qué sus playas de ensueño también son Patrimonio de la Humanidad. Es un lugar ideal para los ecoturistas, pues no hay grandes infraestructuras y los alojamientos suelen ser sencillos y respetuosos con el medio ambiente. La principal actividad es el buceo: es uno de los mejores lugares de Brasil para practicarlo. Si buscas naturaleza, mar, playas y mucha paz este es tu sitio. Más información en: www.noronhatur.com.br.